¿No podremos comer pescado en 2048?

En enero de 2017, Robert Calcagno, director general del Instituto Oceanográfico, concedió una entrevista al sitio web Atlántico sobre el alarmante estado de las poblaciones de peces. Sobrepesca, consumo excesivo, contaminación, falta de control a nivel internacional, los riesgos a corto y medio plazo para las especies marinas son múltiples.

Pesca sin límites, ¿hacia un colapso de las poblaciones?

Según un estudio del WWF, si no se hace nada para contrarrestar el fenómeno de la sobrepesca, en 2048 todas las poblaciones de peces podrían colapsar. Este cambio es irreversible a menos que cambiemos drásticamente la forma en que utilizamos la fauna oceánica. ¿Cuáles serían las consecuencias de este desastre ecológico y climático y cómo se manifestaría en nuestra vida cotidiana?

La desaparición de peces, o al menos de algunos, no es, por desgracia, el escenario de una película de catástrofes, sino una triste realidad. La sobrepesca es un proceso largo que se ha extendido por todo el mundo. El Príncipe Alberto I de Mónaco ya estaba preocupado en 1921 por los estragos de los primeros arrastreros de vapor en las costas europeas y temía que miles de pescadores se quedaran sin trabajo. El biólogo Daniel Pauly, uno de los principales expertos en pesca del mundo, al que de hecho concedimos la Gran Medalla Alberto I en noviembre de 2016, ha demostrado cómo la pesca se ha intensificado en todo el mundo más allá de lo razonable.

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A partir de mediados de la década de 1980, las capturas mundiales empezaron a disminuir ligeramente, aunque el esfuerzo pesquero siguió creciendo rápidamente. A este problema lo llamamos «pico de peces»: más esfuerzo y menos peces.

Es un desastre ecológico, pero también humano, porque la pesca alimenta o sostiene a cientos de millones de personas en todo el mundo, y son los más frágiles los que sufren primero la escasez de pescado, mientras que, hasta ahora, el fenómeno es casi invisible para nosotros: las especies que se pescan más lejos, a mayor profundidad, aparecen en los estantes mientras que las poblaciones fácilmente accesibles disminuyen. Cuando sólo vemos un pequeño aumento de los precios, está en juego la supervivencia de millones de personas. La interacción entre el océano y el clima es un campo de estudio muy dinámico. Muchos estudios pretenden cuantificar la contribución de los peces al almacenamiento sostenible de carbono en el fondo del mar. A la inversa, el calentamiento global disminuirá la productividad de las aguas tropicales, de las que dependen las poblaciones más vulnerables.

¿Cómo podrían los consumidores evitar el desastre?

Hoy en día, muchos restauradores importan pescado de todos los continentes debido a las dificultades que tienen para encontrar productos de calidad. Aparte del desastre ecológico que esto supone, ¿es una señal más concreta de que la escasez ya está aumentando?

El pescado ha sido durante mucho tiempo el principal producto comercializado a nivel internacional. En Francia, como en Europa, el 70% de los productos del mar son importados. No es tanto una cuestión de calidad, que sigue siendo muy buena en el caso de los productos locales, como de cantidad: cada vez consumimos más productos del mar, mientras que la productividad del océano es naturalmente limitada… Cuando nosotros mismos no hemos empujado las poblaciones al colapso.

A nivel mundial, la acuicultura ha tomado el relevo de la pesca en declive y proporciona tantos alimentos como la pesca. Pero en Europa sigue siendo muy limitada, con la excepción del salmón noruego. No nos gusta ver las piscifactorías en nuestro litoral, así que vamos a buscarlas al otro lado del mundo.

2048 es una fecha que aún parece lejana en el imaginario colectivo. ¿Qué se podría hacer para sensibilizar más sobre este fenómeno?

Los escenarios de catástrofes muy brutales tienen la ventaja superficial de llamar la atención, de marcar las mentes, pero no comparto el uso demasiado frecuente, y a veces caricaturesco, de este proceso.

Sabemos que el catastrofismo no convence ni moviliza. Debemos pasar a soluciones positivas, abrir puertas, mostrar el camino. Por ello, el Instituto Oceanográfico explica las cuestiones generales de la pesca y orienta rápidamente al público hacia consejos prácticos para actuar consumiendo mejor.

Las etiquetas existen para identificar los productos que se prefieren, porque su explotación preserva el recurso y el medio ambiente. Nos asociamos con WWF, el Marine Stewardship Council (MSC) y el Aquaculture Stewardship Council (ASC) para celebrar la Semana de la Pesca Responsable a finales de febrero y ofreceremos información y consejos. Más ampliamente, evitemos los excesos. Esto no es exclusivo del pescado, que en dosis moderadas es bueno para la salud y para el medio ambiente. El pescado capturado en el mar no consume agua dulce y emite muy poco CO2, a diferencia de las piscifactorías terrestres, ¡sobre todo la de vacuno! Sin llegar necesariamente al veganismo, moderemos nuestro consumo de proteínas. Pero ya que hablamos del compromiso diario, me gustaría destacar que no todo está relacionado con la pesca.

Si queremos que el mar siga vivo y productivo, tenemos que cuidar la calidad del agua, eliminar los vertidos de residuos plásticos y fitosanitarios que generan zonas muertas…

¿AFECTA ESTA SOBREPESCA A TODAS LAS ESPECIES DE PECES?

Ya en 2013, el 90% del atún rojo del Pacífico capturado era demasiado joven para reproducirse. ¿Cuáles son las repercusiones de la desaparición de este tipo de especies en la fauna local, sobre todo en términos de desregulación de la cadena alimentaria? ¿Tiene ejemplos concretos?

Este es el problema del auge de la pesca: con el tiempo, después de capturar los ejemplares más grandes de las principales especies (el atún, pero también el pez espada, por citar un problema urgente en el Mediterráneo), el resto se ha pescado. Esto significa que otras especies, a veces muy lentas en reproducirse, como los peces de aguas profundas; peces más jóvenes cuando aún no se han reproducido, o cuando para muchas especies son los peces más viejos los más fértiles.
En el mar, las interacciones alimentarias son más complicadas que en las cadenas terrestres. Por ejemplo, algunos peces grandes se alimentan de medusas, que a su vez se comen las larvas de los mismos peces.

Cuando los humanos desequilibran el océano, las medusas pueden dominar una región durante mucho tiempo, como ocurre en Namibia.

Exergue // «Los principios de la buena gestión son sencillos: decisiones políticas firmes, basadas en el conocimiento científico, pero también creíbles porque se vigila su cumplimiento».

Los expertos piden que se tomen medidas importantes en los próximos dos años para limitar este fenómeno. ¿Es posible conseguirlo a escala mundial en tan poco tiempo? ¿Cuáles serán las principales fuentes de dificultad?

El poder de la pesca es tal que hoy en día no se puede prescindir de una verdadera gestión de la pesca que sea seria y respetada. Dado que los peces más valiosos, como el atún, tienden a moverse a través de las fronteras, es a nivel internacional donde se juega el juego. Todo puede ir muy rápido.

El declive del atún rojo en el Mediterráneo a principios de la década de 2000 fue dramático, y su gestión fue una completa parodia. S.A.S. el Príncipe Alberto II de Mónaco, alertado por la comunidad científica y el WWF, dio la voz de alarma a nivel político y, en el plazo de dos años, se puso en marcha una verdadera gestión.
Las señales actuales son alentadoras porque, hasta cierto punto, la naturaleza es resistente y puede volver al equilibrio. Los principios de una buena gestión son sencillos: decisiones políticas firmes, basadas en conocimientos científicos, pero también creíbles porque se controla su cumplimiento. Todo esto requiere medios, tanto científicos como de control, pero es evidente que ya no podemos prescindir de ellos.
Durante varios siglos, el océano ha parecido inalterable e inagotable en términos de explotación limitada. Esto ha justificado en gran medida una cierta libertad de explotación del mar. Esto ya no es así.

¿Controlar para preservar mejor los ecosistemas marinos?

¿Qué se podría hacer para desarrollar medios de pesca más viables? ¿Qué se está haciendo ya?

Me refería a los conocimientos científicos. En las últimas décadas, se ha utilizado para determinar los límites de la pesquería. Estas famosas cuotas, cuando se respetan, permiten que las poblaciones se recuperen, como por ejemplo en las aguas europeas del Atlántico.
Las cuotas no existen para molestar a los pescadores, sino para proteger el recurso que los sustenta.

El siguiente paso es tener un verdadero enfoque ecosistémico, que incorpore las capturas accesorias (es decir, la pesca de animales que no son objetivo directo) para preservar el ecosistema en su conjunto: adaptar las técnicas de pesca para evitar capturar tortugas o delfines con el atún, controlar las cantidades capturadas para dejar suficiente pescado para las aves marinas… Todo esto puede parecer muy refinado, pero de nuevo, estamos ejerciendo tanta presión sobre el planeta que ya no podemos dejar nada al azar.

Para reflexionar sobre nuevas formas de gestión sostenible del océano y sus recursos, S.A.S. el Príncipe Alberto II lanzó en 2010 la Iniciativa Azul de Mónaco. Cada año, esta plataforma reúne a los principales expertos del mundo para debatir sobre las distintas amenazas y sus interacciones -desde la sobrepesca hasta la acidificación de los océanos o las distintas formas de contaminación-, así como sobre las soluciones técnicas, jurídicas y políticas para responder a ellas, mediante, por ejemplo, la creación de zonas marinas protegidas o la pesca y la acuicultura sostenibles.

Ver también

couverture du livre sur les méduses - Institut océanographique

Ediciones

Mapping Buyle

Exploraciones de Mónaco

1-1-01-catlin seaview

El océano en cuestión